Perros en Cuba, de la calle a guardianes (semi) oficiales
- 19 de marzo de 2015
- Tiempo de Lectura: 5 Minutos
Viven en edificios del estado: desde el banco Central hasta el Museo de Orfebrería. Los rescatan los empleados. Los hacen pasar por «fieras» guardianas para que el gobierno no se los quite. Mirá las fotos.
El Museo de Orfebrería de La Habana Vieja es el hogar de elevados arcos coloniales, pisos con vistosas ilustraciones y cinco de los perros callejeros más afortunados del mundo.
Mientras arde el calor durante el día, Vladimir, Canela, Aparicio, León y Cariñoso se tumban en la gran entrada del edificio de piedra de siglos de antigüedad. Por la noche los animales patrullan las calles con la policía local o duermen bajo la gran escalinata del museo. Cada uno lleva un collar y una placa con su nombre, fotografía y las palabras «Vivo en el Museo de Orfebrería».
Más de una decena de instituciones gubernamentales, desde el Banco Central de Cuba hasta un baño público, han acogido a perros callejeros en los últimos años, asignándoles identificación oficial y casa, además de otorgarles cuidados médicos todo el año y protección de la perrera de la ciudad, indicaron autoridades de protección animal.
«No me gustan los perros pero a ellos les he cogido un cariño muy especial», manifestó Yarisbel Pérez, guardia en el edificio histórico con vista a la Plaza Vieja de La Habana Vieja, donde dos grupos de guardias comparten la custodia de P9 y Nina, el primero nombrado en honor a una línea de autobús de la ciudad.
Pese a las capturas efectuadas por la protección estatal, los más de 2o ex perros callejeros disfrutan de un estatus casi oficial, fundamentado en el frecuente pretexto de que trabajan como elementos de seguridad. La ley cubana que prohíbe la presencia de animales en sitios de trabajo incluye una excepción para perros de guardia, y este resguardo legal para los ex perros callejeros recibió un impulso cuando una perra en una oficina gubernamental del este de La Habana despertó a ladridos a un guardia luego de que escuchó a alguien intentar retirar los equipos de aire acondicionado de las ventanas, señaló Nora García, presidenta de la Asociación Cubana para la Protección de Plantas y Animales.
«Hubo un acto público donde se condecoró a la perra por haber salvado los aires acondicionados», dijo García a The Associated Press.
La adopción de perros callejeros por algunas de las más ilustres instituciones de La Habana es impulsada principalmente por el cariño de los guardias a los animales y su deseo de compañía durante los largos turnos en una ciudad con poca delincuencia.
Los perros en La Habana Vieja se benefician de la presencia de decenas de restaurantes gubernamentales que donan sus sobras para los animales, algunos de los cuales están casi obesos. Los perros que acompañan a Pérez disfrutaron de una enorme cena de chuletas a medio comer y sobras de arroz y pollo servidos en platos de papel empapados en grasa de un restaurante cercano.
«No comen huesos», dijo Victoria Pacheco, guardia en el Museo de Orfebrería. «Comen mortadela, picadillo, perritos (salchichas) e hígado».
La sociedad protectora de animales tiene una lista de 21 perros que viven en instituciones gubernamentales, entre ellas una gasolinera del Partido Comunista, oficinas del Sindicato de Periodistas cubanos y un taller mecánico del Ministerio de Salud Pública.
«Se quedan aquí y no les pasa nada», dijo Dalia García, una cuidadora en el baño público en el vecindario Vedado de La Habana, que es el hogar de dos ex perros callejeros. «Todo el mundo los cuida, nadie los golpea. No ladran y no muerden a nadie».
Otros perros no han sido tan afortunados, como un grupo atrapado por la perrera en La Universidad de Artes de La Habana mientras los estudiantes que los protegían estaban de vacaciones, dijo García.
«Son oficialmente para nosotros pero para el Estado no hay perdón para ellos», comentó. «Cuando llegan y dicen `la ley dice que no puede haber perros’, a correr».
Un destino similar aguarda a los perros callejeros que no son elegidos para trato especial por los trabajadores del Estado, incluidos algunos perros que vagan, enmarañados y delgados, entre grupos de canes semioficiales por las calles de La Habana Vieja.
«A veces nos da lástima y les damos un poco de comida», dijo Pérez. «Pero si nos ponemos a cuidar a todos los perros callejeros vamos a volvernos un zoológico aquí».
Fuente: www.clarin.com