La estructura de la placenta influye en la duración del embarazo
- 17 de noviembre de 2010
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La estructura de la placenta influye en el embarazo de nueve meses en los seres humanos, según un nuevo estudio sobre la evolución de la reproducción en mamíferos que pone fin a un misterio de 100 años.
El estudio, realizado por las universidades de Durham y Reading, muestra que los bebés crecen dos veces más rápido en el útero de algunos mamíferos en comparación con los demás. La diferencia en las tasas de crecimiento parece ser debido a la estructura de la placenta y la manera en que conecta a la madre y el bebé.
Cachorros recién nacidos. Nuevos hallazgos ayudan a explicar por qué los seres humanos, cuyas placentas no forman una compleja estructura similar a la red que se observa en los animales tales como perros y leopardos, tienen embarazos relativamente largos.
La investigación ha descubierto que a mayor conexión entre los tejidos de la madre y del feto, más rápido será el crecimiento del bebé y menor la duración del embarazo. Los resultados ayudan a explicar por qué los seres humanos, cuyas placentas no forman una compleja estructura similar a la red que se observa en los animales tales como perros y leopardos, tienen embarazos relativamente largos.
La estructura de la placenta es sorprendentemente diferente entre las especies de mamíferos, aunque tiene la misma función básica en todos ellos. Los científicos señalan que, a pesar de la especulación, las razones de esta variación han sido un misterio durante más de 100 años, hasta ahora.
Los investigadores, cuyos hallazgos se publican en la revista académica American Naturalist esta semana, analizaron datos de 109 especies de mamíferos y muestran por primera vez que la estructura de la placenta influye en la duración del embarazo de los mamíferos. Los científicos dicen que la placenta en algunos mamíferos es muy ‘plegada’, creando así una superficie más grande y aumentando la velocidad en la que los nutrientes pasan de la madre al hijo.
Este tipo de plegado es una forma común en que la evolución ha resuelto el problema del aumento de área superficial en los cuerpos de los animales. Esto se observa en muchos tejidos en los que un área superficial más grande necesita un espacio pequeño, incluyendo los pulmones, los intestinos y la corteza cerebral.
Las hembras de todas las especies de mamíferos desarrollan placentas cuando conciben, incluyendo los murciélagos, ballenas y elefantes. La placenta conecta al feto en desarrollo con el revestimiento del útero para permitir la absorción de nutrientes, la eliminación de residuos y el intercambio de gases a través del suministro sanguíneo de la madre.
El equipo de investigación estudió la duración del embarazo, la estructura de la placenta, y el tamaño de la camada en los mamíferos, y examinó cómo estas características han cambiado durante la evolución de los mamíferos. Los investigadores descubrieron que, a pesar de que la placenta tiene esencialmente la misma función en todos los mamíferos, hay algunas diferencias estructurales notables.
Anteriormente, se pensaba que este contacto directo entre la sangre de la madre y la placenta reflejaba una competencia evolucionaria entre la madre y el bebé, ambos luchando por el’control’ sobre cuánta comida se daba y recibía. En este conflicto, se creía que la madre necesitaba reservar algunos de sus recursos para sus otras crías, pero el feto ‘exige’ más energía para crecer.
La autora principal, Dra. Isabel Capellini, explica, «este estudio demuestra que no es necesariamente el contacto con la sangre materna lo que determina la velocidad de crecimiento, sino el grado en que los tejidos de la madre y el bebé están «entrelazados», o plegados entre sí.
«En los seres humanos, la placenta tiene simples ramificaciones similares a los dedos con una conexión relativamente limitada entre los tejidos de la madre y los del feto, mientras que en los leopardos, por ejemplo, forma una compleja red de interconexiones que crean una mayor superficie para el intercambio de nutrientes».
El coautor del estudio, profesor Robert Barton, de la Universidad de Durham explicó: «El conflicto padres-hijos es universal. Desde el momento de la concepción, las fisiologías de la madre y del bebé se adaptan para alcanzar objetivos ligeramente distintos en cuanto a la rapidez con que la que el bebé crece.
«Debido a que no hemos descubierto diferencias en el tamaño de los bebés al nacer, parece que el resultado de este conflicto es una especie de equilibrio en que un crecimiento más rápido se compensa con un embarazo más corto».
Entender cómo evolucionan las diferencias entre las especies y qué combinación de presiones y conflictos da lugar a ciertas características fisiológicas puede ayudarnos a apreciar temas tan diversos como la economía, la agricultura y la biodiversidad.
La investigación fue financiada por Biotechnology and Biological Sciences Research Council (Consejo de Investigación de la Biotecnología y de las Ciencias Biológicas, BBSRC), Natural Environment Research Council (Consejo de Investigación del Medioambiente Natural, NERC) y Leverhulme Trust (Fundación Leverhulm).
Fuente: VetPraxis